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viernes, 10 de diciembre de 2010

El ensayo: parámetros y posibilidades de composición en el aula de clases

                                                                                                                                                                                                                                   Por: Juan David Zambrano Valencia [1]

         
A diferencia de los tratados o de las obras sistemáticas que buscan, precisamente, agotar el tema, con los ensayos sucede todo lo contrario. El ensayo tiene un cierre momentáneo. En todo buen ensayo debe quedar un intersticio, una pequeña fisura desde la cual pensar un nuevo ensayo.

      Fernando Vásquez, Pregúntele al ensayista, 2008


1. Consideraciones liminares

1.1. Por qué el ensayo

Daniel Cassany (1999) sostiene que escribir es el “acto cognitivo más complejo que existe porque involucra pensamiento, lenguaje e interpretación de la realidad”. Este acto se potencia, más que al exponer una idea, narrar un suceso o describir un objeto, al argumentar una tesis, al defender una opinión. Dicho de otra forma, convencer (intención primaria de la argumentación) al otro de que el calentamiento global pone en riesgo la vida del planeta, resulta ser más difícil que exponer las características de este fenómeno climático o relatar lo ocurrido en cierta región del mundo a causa de un tornado o describir el estado de Haití después del terremoto del 12 de enero de 2010. Argumentar, exige un ejercicio profundo del pensamiento, exige poner en juego una serie de estrategias retóricas premeditadas y planeadas, exige una reflexión larga sobre un tema acerca del cual se dice algo entre novedoso y auténtico, entre verosímil y contundente.

Tal como sucede con otras tipologías textuales, el texto argumentativo se materializa en géneros discursivos: discusiones, editoriales, artículos de opinión, artículos de crítica en la prensa, debates, publicidad, ensayos y otros. Entre todos ellos, el género sobre el que gira este documento es el ensayo, “un género de la tensión”:

De las variadas definiciones propuestas para el ensayo, me llama la atención el hecho de que en la mayoría de ellas se eche mano de dos conceptos o dos términos para dar razón de su ser. O bien son la didáctica y la poesía, o la literatura y la filosofía, o la imagen y el concepto. En todo caso, cuando se busca definir el ensayo, se llega a la conclusión que es un género híbrido, una mezcla de fuerzas. Un centauro, según el pensar de Alfonso Reyes (Vásquez: 2008, 13).

Complementando lo antes dicho, Vásquez (2008) en Pregúntele al ensayista, precisamente, en “El centauro de los géneros. Voces en búsqueda de una definición del ensayo”, profiere que el ensayo:

Por su forma o ejecución verbal, puede tener una dimensión estética en la calidad de su estilo, pero requiere, al mismo tiempo, una dimensión lógica, no literaria, en la exposición de sus temas. Por su materia significada, puede referirse a temas propiamente literarios, como son los de ficción, pero, en la mayoría de los casos, se ocupa de asuntos propios de otras disciplinas: historia, ciencia, etc. Es pues, ante todo, una peculiar forma de comunicación cordial de ideas en la cual éstas abandonan toda pretensión de impersonalidad e imparcialidad para adoptar resueltamente las ventajas y las limitaciones de su personalidad y su parcialidad. En los ensayos más puros y característicos cualquier tema o asunto se convierte en problema íntimo, individual; se penetra de resonancias humanas, se anima a menudo con un toque humorístico o cierta coquetería intelectual y, renunciando cuando es posible a la falacia de la objetividad y de la seriedad didáctica y a la exposición exhaustiva, entra de lleno en un “historicismo” y se presenta como testimonio, como voto personal y provisional (2008: 17-18).

El ensayo, a más de lo dicho hasta aquí, es una solicitud frecuente de los docentes y, por consiguiente, una tarea habitual de los estudiantes. Por ende, realizar un abordaje de sus partes y de sus lógicas de producción será de ayuda para los profesores y se transformará en una manera de guiar a los estudiantes por el complejo camino de la composición argumental ensayística.

1.2. Por qué un texto dirigido a docentes

Los estudiantes, según las reflexiones actuales de la didáctica de la lengua materna, son protagonistas de sus procesos educativos. Lo que quiere decir que en el aula de clases deben ser distinguidos y preparados por los profesores como agentes dinámicos y autónomos; y, para lograrlo, los docentes deben contar con estrategias que les permitan intervenir adecuadamente en las aulas para favorecer dichos procesos. Por tal razón Anna Camps considera que la didáctica es una disciplina de intervención responsable de los dinámicos y complejos procesos de enseñanza y aprendizaje; y Edith Litwin  (1997) ve al docente como el sujeto encargado de favorecer la construcción de pensamiento de sus alumnos y convertir la actividad académica de aula en un momento/espacio reflexivo; en sus palabras: “clase reflexiva” (1997: 84).

En tal medida, a propósito de la producción de ensayos, los docentes -quienes planean las intervenciones de aula- necesitan, como ya se dijo, estrategias precisas para orientar la composición ensayística de sus estudiantes de modo efectivo. De esta forma, con el presente texto se pretende ayudar a evitar que los estudiantes (y, en efecto, el proceso mismo de producción argumental) caigan en las típicas faltas y dudas fruto de consigas sin acompañamiento y desprovistas de instrucciones exactas –verbigracia, “escriban un ensayo”-: (i) confundir la superestructura de este género discursivo con otra; (ii) eludir, por una u otra razón, la elaboración de un texto cuya intención comunicativa responda al interés de persuadir a un interlocutor o a un público más amplio; (iii) desnaturalizar el ensayo, al punto de escribir un texto cuyo fin último no es la defensa de una tesis; (iv) pensar en la escritura como producto y no como proceso; (v) descargar de internet o mandar a hacer los ensayos; (vi) soslayar la necesidad de forjar pensamiento autónomo; (vii) obviar la pertinencia e importancia social y cultural del razonamiento crítico; (viii) temer a la evaluación de algo cuya construcción no produce certezas; (ix) rehuir a la consigna de escribir como acto comunicativo; (x) ignorar el ejercicio de escritura como acción para sobrepasar o resolver necesidades de contexto; entre otras.

2. Estructura del texto

Por tanto, en coherencia con lo ya mencionado, en este documento se dará cuenta del ensayo abordando sus puntos vitales y requisitos básicos de producción con base en los presupuestos de Fernando Vásquez Rodríguez y Anthony Weston, en una suerte de herramienta asesora para la composición textual y documento definitorio/descriptivo de sus partes, en el marco de la actividad de los docentes en el aula de clases.

Se inicia con una breve definición del ensayo. Posteriormente, se enuncian y explican algunas pautas (proceso) de producción, a la vez que se describen sus características: estructura, tipos de argumentos. Y se cierra con una mirada a la defensa de los aportes personales.

3. Definición

El ensayo es un género discursivo de la tipología textual argumentativa, cuya escritura se visualiza en prosa. En él, el autor cumple el objetivo fundamental de defender una tesis para lograr la adhesión del auditorio a la misma. Para ello trabaja desde dos ángulos: uno inmerso en la opinión planteada y otro inmanente al lenguaje utilizado; es decir, la forma como el escritor expresa, desde el punto de vista estético, su idea o ideas. Existen dos clases de ensayo, el literario y el científico-técnico. A pesar de sus  diferencias, ambos se tocan ocasionalmente generando un vínculo. Se sabe de ensayos científicos que apelan a los componentes estéticos del ensayo literario (cómo se dice la idea, esto es, la puesta en escena del lenguaje) o de ensayos literarios que recurren a la formalidad científica para expresarse. A continuación un ejemplo. Se trata de un fragmento de “Del culto a los libros” de Borges (1980) en el que el escritor diserta sobre lo fundamental del libro en la construcción de la memoria humana y en la cultura a lo largo de la historia. Este es un ensayo no literario en el que el valor estético del leguaje se pone de relieve:

En el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen dichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar; la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos treinta siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males. Las dos teologías, sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego corresponde a la época de la palabra oral, y la del francés, a una época de la palabra escrita. En una se habla de contar y en otra de libros. Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado: ya Cervantes, que tal vez no escuchaba todo lo que decía la gente, leía hasta "los papeles rotos de las calles". El fuego, en una de las comedias de Bernard Shaw, amenaza la biblioteca de Alejandría; alguien exclama que arderá la memoria de la humanidad, y César le dice: Déjala arder. Es una memoria de infamia. El César histórico, en mi opinión, aprobaría o condenaría el dictamen que el autor le atribuye, pero no lo juzgaría, como nosotros, una broma sacrílega. La razón es clara: para los antiguos la palabra escrita no era otra cosa que un sucedáneo de la palabra oral.

4. Por dónde comenzar

Se puede comenzar por una idea que llama la atención del escritor, por una experiencia, un problema o una inquietud, por algo sobre lo que se ha pensado largo tiempo y ha pasado por la reflexión. Se intenta, pues, empezar a definir la tesis y a determinar su validez, mediante la confrontación de lecturas previas y momentos de pre-escritura en los que se establezca el rumbo del ensayo y los puntos que se pretenden defender o atacar en él.

Por otra parte, según el modelo de producción textual sociocognitivo, pragmalingüístico y didáctico del grupo Didactext[2] (2003), es indispensable preestablecer el tema acerca del cual se hablará, el público al cual irá dirigido y la intencionalidad del ensayo. El tema, porque implica definir de qué se hablará; o sea, delimitar el terreno sobre el cual se moverá el ensayo. El público, porque así emergerá un diálogo entre escritor-texto, lector-texto y escritor-lector; con el público previsto, es factible determinar el tipo de leguaje que se usará, las estrategias que se emplearán para persuadirlo, las fortalezas y debilidades de la tesis, las conclusiones y las premisas, las fuentes pertinentes para el ensayo, etcétera. Y, la intencionalidad, porque de ella depende la autenticidad del ensayo; dicho en otros términos, si se escribirá para persuadir o narrar o exponer o explicar o describir. La intención fija el propósito comunicativo del texto que se busca producir. No importa la filiación tipológica o discursiva de éste. Complementando lo antepuesto, tema y público se anclan a la intencionalidad y dependen de ella.

5. La exposición de la tesis

La tesis es la médula del ensayo -tan vital como la sangre para el hombre y tan indispensable como el agua para la vida- puesto que trasluce la temática que se abordará en el mismo, la ruta que orientará el escrito, el juicio que se defenderá y la postura del escritor frente al tema. La tesis debe ser clara, concreta. No conviene decirla a medias (ello para evitarle confusiones al lector y descartar las posibles ambigüedades). Es necesario, por el contrario, mostrársela al lector de manera limpia y transparente; es sensato ponerla ante sus ojos. Según Vásquez (2008: 55), “la tesis es la apuesta argumentativa que le proponemos al lector”.

6. Las diferentes formas de argumentar o los distintos tipos de argumentos

Los argumentos se usan para la defensa de la tesis y la afirmación de las conclusiones. Hay varias clases, entre otros: basados en la analogía, en la autoridad, en el ejemplo, en la causa y en la definición[3].

Los argumentos basados en la analogía generan en el lector una sensación de familiaridad, lo hacen sentir “próximo” a la argumentación. Son una comparación entre dos cosas, sucesos, lugares, gentes que conservan relación y se pueden asemejar o diferenciar metafórica, real y/o particularmente. Su finalidad es cimentar aseveraciones o conclusiones factibles. En otras palabras, “los argumentos por analogía, en vez de multiplicar los ejemplos, discurren de un caso o ejemplo específico a otro ejemplo, argumentando que, debido a que los dos ejemplos son semejantes en muchos aspectos, son también semejantes en otro aspecto más específico” (Weston: 1994, 21):

El ejemplo del detective podría iluminar un tanto lo que estoy diciendo. La escena del crimen está repleta de indicios. Por supuesto, tales pistas no son "legibles" sino para alguien capacitado. Para los demás, no hay ni huellas, ni trayectoria de la bala, ni indicios de distinta índole. Así sucede con los textos: cada uno de ellos podría denominarse un crimen. Y como crimen que es posee una serie de pistas, de marcas, de índices sobre el culpable o responsable del delito. Por lo mismo, es el detective el que puede ir formulando hipótesis a partir de lo que va encontrando; allí una colilla, más allá un pañuelo, en ese otro lugar un vaso con un poco de licor. O siguiendo con la analogía: allí un verbo en infinitivo, más allá tres veces la misma palabra, en ese otro sitio una mayúscula en negrilla. Leer es ir recorriendo o reconstruyendo la escena del crimen, la escena del sentido (Vásquez: 1995)[4].

Los argumentos basados en la autoridad son ideas de otros autores que sirven para darle fuerza a las propias (son los más comunes). Al momento de la escritura, las citas se pueden parafrasear[5] o tomar literalmente -tal como fueron planteadas por el autor o autores-. Sin embargo, independiente del modo cómo se introduzca el argumento de autoridad, se citará la fuente y se dará el lugar apropiado al autor:

Ya Thomas Hobbes en su clásico Leviatán (1651) señalaba la irresistible atracción (y por lo tanto el fácil engaño) que padecemos los seres humanos ante todo tipo de presagios. Es una tradición muy antigua (una socorridísima mina de oro, una piedra filosofal) explotar esta debilidad de nuestra psicología. Copio el resumen que hace Hobbes de estos engaños, el cual es preciso y exhaustivo, y parece a su vez un resumen de las técnicas de seducción esotérica que Coelho utiliza en sus libros: "Así se hizo creer a los hombres que encontrarían su fortuna en las respuestas ambiguas y absurdas de los sacerdotes de Delfos, Delos, Ammon y otros famosos oráculos, cuyas respuestas se hacían deliberadamente ambiguas para que fueran adecuadas a las dos posibles eventualidades de un asunto […]” (Abad: 2003)[6].

Los argumentos basados en el ejemplo se refieren a datos estadísticos, a sucesos o a casos demostrables. En este tipo de argumentos la información es irrefutable luego reposa en hechos o datos comprobados. Ello no quiere decir que la tesis sea irrefutable, sino que los datos o hechos en los que se soporta lo son:

De acuerdo a una encuesta realizada por el Pew Hispanic Center el año pasado, el 23% de los 1.200 hispánicos encuestados pensaban que la migración ilegal estaba dañando la economía de Norteamérica y bajando los salarios. Para la entidad, aquel 23% era "una minoría significativa, concentrada entre latinos nacidos en Norteamérica […] Una encuesta más reciente a 800 inmigrantes legales, conducida por Bendicen & Asociados de Miami, y patrocinada por New America Media, encontró que el 23% piensa que los inmigrantes indocumentados deberían ser deportados. (Kalita)[7].

Los argumentos basados en la causa intentan indicar por qué sucede algo retornando a su raíz (causas). Es decir, pretenden explicar, tal vez, un suceso volviendo a las causas que lo originaron. En ese sentido, en esta clase de argumentos los antecedentes (causas) deben estar ligados a las consecuencias (efectos) y enunciarse así en el ensayo: “cuando pensamos que A causa B, usualmente pensamos no sólo que A y B están correlacionados, sino también que «tiene sentido» que A cause B. Los buenos argumentos, entonces, no apelan únicamente a la correlación de A y B, también explican por qué «tiene sentido» para A causar B.” (Weston: 1994, 29):

No es que dispongamos de poco tiempo; es que perdemos mucho. Bastante larga es la vida y aun sobrada para llevar a cabo las mayores empresas; pero cuando se desliza entre el lujo y la ociosidad, cuando no se destina a nada bueno, solo al vernos, por fin, obligados a cumplir nuestro último deber, sentimos que ha pasado aquella vida cuya marcha no percibíamos. Así es: la vida que hemos recibido no es corta, pero nosotros la hacemos tal; no somos pobres de tiempo, sino pródigos. […] nuestra vida es harto suficiente para quién sabiamente la dispone. (Séneca)[8].

Los argumentos basados en la definición[9] buscan precisar con claridad la acepción de un concepto o una serie de conceptos. Estos excluyen las ambigüedades y, en efecto, fundan la univocidad de significados:

El “Software Libre'' es un asunto de libertad, no de precio. Para entender el concepto, debes pensar en “libre'' como en “libertad de expresión'', no como en “bebidas gratis''. “Software Libre'' se refiere a la libertad de los usuarios para ejecutar, copiar, distribuir, estudiar, cambiar y mejorar el software. De modo más preciso, se refiere a cuatro libertades de los usuarios del software:
1.       La libertad de usar el programa, con cualquier propósito
2.       La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a tus necesidades
3.       La libertad de distribuir copias, con lo que puedes ayudar a tu vecino
4.       La libertad de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie

Conviene observar que la búsqueda y selección de los argumentos siempre debe estar orientada por la correspondencia que ellos tengan con la tesis, pues su función es soportarla, reafirmarla, ratificarla o contrastarla. Se recomienda prestar atención a la coherencia existente entre pensamientos. En una palabra, a la conexión de ideas entre la tesis y los argumentos seleccionados para su defensa y los que plantee el escritor del texto. En procura de este efecto, se propone hilvanar un amplio abanico de citas o comentarios para tener de donde beber cuando sea requerido. No obstante, perder de vista que no es relevante el número de citas seleccionadas para la defensa de la tesis, sino su pertinencia, podría ser catastrófico en el proceso de producción de un ensayo.

7. La búsqueda de información

En este punto es central ofrecerle al estudiantado bibliografía específica para comenzar con la búsqueda de información. El propósito es recurrir a fuentes documentales que contengan datos relativos a la temática que se abordará e información que aporte a la defensa de la tesis. Para esto, entonces, se entrará en un proceso de depuración en el que el estudiante descartará los datos irrelevantes para el objetivo del escrito y le dará espacio a los significativos. Luego, el escritor-estudiante clasificará la información y la jerarquizará. Se sugiere priorizar la calidad de la información (pertinencia) en lugar de la cantidad[10].

En relación con la calidad de la información, es preciso tener cuidado con las consultas indiscriminadas en la internet, luego algunas páginas suelen no aportar información precisa ya que, en unas, se permite la edición ilimitada de los textos que se publican, y en otras no cuenta con criterios mínimos de publicación que favorezcan la regulación de la calidad de los textos[11].

Lo antepuesto se equipara, en cierta medida, con las fases uno y dos del modelo Didactext de composición textual: “acceso al conocimiento” (primera fase) y “planificación” (segunda fase).

8. La importancia del esbozo

El esbozo es una etapa previa a la producción de la versión final del ensayo. Algunos lo consideran un borrador del mismo y -para efectos de comprensión de los estudiantes- puede considerarse de tal manera. En él se ordenarán, a grosso modo, las partes que constituirán el ensayo: en cuántas piezas de dividirá, “de qué manera se organizará”. Es decir, por dónde comenzará, qué involucrará en el cuerpo y cómo finalizará. El esbozo permite una aproximación a la extensión del ensayo, desde el punto de vista del número de párrafos.

Conjuntamente, es adecuado escribir la tesis o posibles tesis y las ideas personales (conclusiones). Se seleccionarán, por ejemplo, las citas de autoridad o los ejemplos. Acto seguido, se ubicarán las ideas centrales de los párrafos, antes de entrar a desarrollarlas.

9. La estructura de los párrafos

Párrafo de iniciación. En éste, por lo general, se presenta la tesis del ensayo. Es un párrafo transcendental, en tanto servirá para atrapar al lector (seducirlo para la lectura del texto) o para generar la aversión del mismo. Esto es, para que deje el ensayo sobre la mesa y opte por otra lectura. En el párrafo introductorio el escritor se juega la vida del ensayo. Si se habla de un escritor novato conviene, como se dijo antes, que enuncie la tesis de modo transparente, sin rodeos, pues ellos puede sumergir su exposición en confusiones nada recomendables en la escritura argumentativa. Si se piensa, de otro lado, en un escritor con cierta experiencia en aquella actividad, bien podría solicitársele que escriba un párrafo introductorio, previo al de la tesis, en el que comente el tema que trabajará en el ensayo, la estructura e inclusive, el público al que se dirige. Pero si el objetivo es intervenir el proceso de producción ensayística de escritores expertos, lo más apropiado es respetar su estilo, trazar sugerencias de corte teórico y procurar, en lo posible, aumentar su ramillete de estrategias de composición textual.

Párrafos intermedios. En los párrafos sucesivos al introductorio se da cuenta de las premisas y conclusiones que contribuirán con la defensa de la tesis. Ambas, premisas y conclusiones, son las que la desarrollan. Parten de la tesis y, por esto, tendrán relación directa con ella ya que es donde se plantean las ideas que la sostendrán. Su orden dependerá del esbozo trazado con anterioridad. Dicho orden, en palabras del profesor Vásquez (2008, p. 62), se entiende como “la estructura de base que sirve de andamiaje a nuestra tesis”. Cabe decir que los párrafos posteriores al de iniciación no tienen un número establecido y quizás no lo tendrán. Lo realmente valioso es que exploten el potencial argumentativa del escritor y desarrollen por completo la tesis, al punto de hacerla convincente, esto es, eficaz.

Párrafo conclusivo. Éste es igual de significativo al inicial, pues allí el autor no sólo se limita a recapitular, a reafirmar la tesis o a contradecirla, sino que puede exponer todo su arsenal argumentativo para impactar al lector y dejar en él una huella imborrable: “en el momento de terminar nuestro ensayo, es donde deberíamos lanzar lo mejor de nuestra artillería argumentativa. O sorprender al lector con algún giro insospechado en la cadena de nuestro pensamiento” (Vásquez: 2008, 74-75). En el párrafo conclusivo no se da por hecho que el tema haya sido agotado, incluso podrá servir de ventana para continuar con las reflexiones relativas a la temática, entre tanto, extendiendo una invitación a los lectores (explicita o implícita).

Es significativo, eso sí, ahondar en este ítem. Algunas posibilidades para favorecer la escritura del párrafo de cierre, son las que siguen: 1) leerlo en el aula y permitir que los estudiantes efectúen críticas de modo abierto y colectivo; 2) intercambiarlo entre estudiantes y aplicar un ejercicio de coevaluación individual; 3) leerlo a la luz de criterios de evaluación que, por supuesto, englobarán tanto el proceso como la versión final del ensayo; 4) someterlo a los principios de hetero, co y autoevaluación, etcétera.

10. Defensa de los aportes (argumentos) personales

El ensayo no puede convertirse en “un mar de citas”. En esa medida, resulta importante que el autor involucre su opinión, sus conclusiones (argumentos personales), con apoyo en citas de otros autores sin abusar de ello, pues “un exceso de citas, puede llegar a sepultar nuestra idea fundamental; o, al menos, hacerla parecer raquítica o sin mucho vuelo. Tengámoslo presente: tan importante es hallar las citas adecuadas, como no rellenar nuestro ensayo de cuanta referencia encontremos en la búsqueda de información. La credibilidad de nuestro ensayo no depende del número de citas de autoridad que [introduzcamos] sino de la organización de las ideas alrededor de la tesis que hemos elegido como dispositivo articulador”, afirma el profesor Vásquez (2006). En esta instancia juega un papel esencial el esbozo (preescritura).

Ulterior a la etapa de producción del ensayo, se debe ingresar en la última fase de composición textual: la revisión, cuyo propósito es establecer la versión final del texto con base en criterios -predefinidos- de evaluación.

11. Conclusión

Hasta aquí se abordaron únicamente algunas particularidades del ensayo y de su ejercicio de producción; entre ellas: definición, tipos de argumentos, esbozo y búsqueda de información. Aunque, por tratarse de un tema tan vasto, no se incluyeron cuestiones que se estudiarán en otro momento, si se quiere, desde perspectivas disímiles; verbigracia: aspectos gramaticales y pragmáticos, aportes de la retórica antigua a la composición ensayística, conectores lógicos del ensayo, argumentos deductivos, diferencias entre argumentación y demostración...

Por lo pronto, con el ánimo de dejar la puerta abierta, sugiero prestar atención a las recomendaciones que Goyes presenta en el texto: “Dificultades de los estudiantes para elaborar ensayos. Estrategias didácticas para mejorar la escritura argumentativa”, en torno a estrategias que el docente puede utilizar para guiar los procesos que abrigan la enseñanza de la composición ensayística o procedimientos de los que el estudiante-escritor se puede servir para alumbrar su producción argumental: a) llevar a cabo la preescritura en la composición del ensayo; b) elaborar guías para orientar al aprendiz; c) mostrar modelos para luego imitarlos; d) dar la posibilidad de presentar la segunda versión del ensayo; e) leer y retroalimentar los ensayos de los estudiantes.

12. Referentes bibliográficos

Abad, H. F. (2003). “Por qué es tan malo Paulo Coelho”. El malpensante, 50. Bogotá.
Adam, J.-M. et al. (1995). Enseñar a argumentar. Comunicación, lenguaje y educación, 26. Madrid.
Álvarez, T. (2005). “Principales tipos de texto”. Didáctica del texto en la formación del profesorado, 5: 97 -166, Madrid: Síntesis.
Borges, J. L. (1980): “Del culto de los libros”. Otras inquisiciones. Barcelona: Bruguera.
Caro, M. (2007). “El texto argumentativo y su transposición didáctica (en busca de un hilo de Weston para huir de un Minotauro)”, Cuadernos interdisciplinarios pedagógicos, 8:69-81. Armenia: Universidad del Quindío.
Caro, M. (2007). “Del ágora al salón de clases: Rastreo de algunos aportes de la retórica antigua a la didáctica de la lengua”, Cuadernos de Lingüística, 1:53-65. Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira.
DIDACTEXT (Grupo) (2003). Modelo sociocognitivo, pragmalingüístico y didáctico para la producción de textos escritos (77-104), Didáctica (Lengua y Literatura), 15: (www.didactext.net).
Goyes, A. C. (----). “Dificultades de los estudiantes para elaborar ensayos. Estrategias didácticas para mejorar la escritura argumentativa”, Bogotá: Universidad De La Salle.
Ministerio de Educación Nacional (2006). Estándares básicos de Lenguaje para la Educación Básica y Media. Bogotá: MEN.
Sánchez, J. I. y Osorio, J. J. (2006). “¡Una ayudita, profe! Inquietudes más frecuentes al momento de elaborar un ensayo”.  Lectura y escritura en la educación superior. Diagnósticos, propuestas e investigaciones, 95-107, Medellín: Sello Editorial Universidad de Medellín, Grupo de Investigación LOGOS, Lectura y Escritura Superior.
Séneca, L. (2005). De la brevedad de la vida. San Juan: Editorial Universidad de Puerto Rico.
Vásquez, F. (1995). “La lectura, la abducción, el pensamiento”. Oficio de maestro, 83-86. Bogotá: Javegraf.
Vásquez, F. (2004). Pregúntele al ensayista. Bogotá: Kimpres.
Weston, A. (1994). Las claves de la argumentación, trad. J. Malem, Jorge, Barcelona: Ariel.


[1] Licenciado en Español y Literatura, Especialista en Enseñanza de la Literatura y estudiante de la Maestría en Ciencias de la Educación de la Universidad del Quindío, Colombia. Docente e investigador del programa de Licenciatura en Español y Literatura de la misma casa de estudio.
[2] Grupo de investigación en Didáctica del texto, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid.
[3] Se advierte que aquellos son apenas algunos de los muchos tipos de argumentos que existen. Se citan estos por considerarse los más frecuentes.
[4] Cita tomada del ensayo: “La lectura, la abducción, el pensamiento”.
[5] En este caso se glosa una idea de alguien más con palabras propias, sin desconfigurar su sentido.
[6] Fragmento tomado del ensayo: “¿Por qué es tan malo leer a Coelho?”.
[7] Cita tomada del texto: “Inmigrantes versus Inmigrantes”.
[8] Fragmento extraído de libro: “De la brevedad de la vida”.
[9] A propósito, el profesor Teodoro Álvarez (2005) profiere que la definición está ligada a la argumentación puesto que restringe interpretaciones que vayan en varias direcciones para evitar el almacén de dudas, confusiones e incertidumbres.
[10] En seguida, si se quiere, se escribirá el título o posibles títulos; cosa que no es nada sencilla por cuanto el nombre del ensayo debe ser lo suficientemente atractivo para ganar público: escribir títulos para vender ensayos. En síntesis, llamará lectores y entablará relación estrecha con la tesis y el contenido del ensayo.
[11] Al respecto, recomiendo leer “Cómo copiar (bien) de internet” de Umberto Eco.

3 comentarios:

  1. Me parece muy interesante el trabajo del ensayo en las aulas de clase y lo que tú afirmas puede ser muy productivo. Ggracias.

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  2. Definitivamente es un texto bien logrado, y usted se ha hecho experto en la materia. Quería comentar el trabajo sobre el satanismo, que está más abajo, pero no encontré la opción. Jejeje. Muchós éxitos.

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  3. http://significantes.blogspot.com.co/2016/02/cadena-de-nominados-al-best-blog.html

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